La economía mundial, a la espera de la primavera / Análisis de Ricardo Ávila

hace 2 semanas 26

Hubo una época en la cual las dos fechas encajaban a la perfección. Justo cuando el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) celebraban
sus reuniones de primavera en Washington, usualmente florecían los cerezos que son, a la vez, un símbolo y una gran atracción turística de la capital estadounidense.

Pero esta vez, los representantes delos 190 países que componen la membresía de ambas entidades multilaterales llegaron mucho después. Por cuenta del
calentamiento global –que saca más temprano a los árboles de su letargo invernal en el hemisferio norte– el fenómeno ocurrió hace un mes, la segunda fecha más precoz en 
más de un siglo de registros.

Quizás debido a ello los centenares de asistentes que manejan los hilos de la economía (ministros de Hacienda y banqueros centrales, especialmente) se dedicaron sobre todo a lo rutinario: reuniones a puerta cerrada, seminarios técnicos y plenarios en los que le pasaron revista a la marcha del planeta. Uno que otro aprovechó la oportunidad para hacer peticiones individuales, como acabaría siendo el caso de Colombia.

Antes de entrar en el asunto, vale la pena subrayar que el parte general fue positivo. En contra de quienes un año atrás veían una recesión inevitable por cuenta de las tasas de interés que subieron para atajar la inflación, las cosas siguieron para adelante.

​“El crecimiento del empleo y del ingreso se mantuvo constante”, señaló el FMI en su reporte. Para la entidad, lo observado hasta ahora se califica como “inesperada resiliencia económica”. En concreto, la expansión de la producción global sería,
para este y el próximo año, la misma de 2023: 3,2 por ciento
.

Lea además: (Alta tensión / Análisis de Ricardo Ávila).

A primera vista, la estabilidad en las cifras hace pensar que el futuro está despejado. No solo se evitó la que podría haber sido una profunda crisis, sino que ahora se proyecta una especie de velocidad de crucero que a algunos les parecerá aceptable.

Sin embargo, una mirada más detallada muestra que el ritmo esperado dista de ser el ideal. De hecho, el pronóstico respecto a la expansión de la actividad productiva en los próximos cinco años es el más bajo de las últimas décadas. 

“El ritmo de convergencia hacia mayores niveles de vida para los países de ingreso mediano y bajo se ha frenado, por lo que persisten las disparidades mundiales”, subraya el Fondo

Miradas oscuras

Y esa visión excluye los escenarios pesimistas. No es ninguna exageración afirmar que el panorama se ha ensombrecido por cuenta de las hostilidades entre Irán e Israel al atacarse el uno al otro de manera directa.

Más allá de que las armas empleadas en estos últimos días habrían podido ser mucho más letales y destructivas, lo sucedido eleva la tensión en el Medio Oriente. Una eventual guerra comprometería el suministro de una quinta parte del suministro de petróleo en el planeta, al bloquear el paso de barcos por el estrecho de Ormuz.

​De llegarse a suspender los despachos de crudo de manera súbita, las cotizaciones del los hidrocarburos se irían a la estratosfera. Tan solo con lo visto hasta ahora, el barril de crudo llegó a ubicarse por encima de los 90 dólares en jornadas recientes,
15 más que en diciembre pasado.

A partir de ahí se desprenderían numerosos males. Fuera de que el costo de la energía subiría mucho, tomaría fuerza una espiral inflacionaria lo cual traería oleadas de descontento y consecuencias políticas. Esa es la razón por la cual Joe Biden
–que lucha por su reelección– fue el primero en tratar de enfriar los ánimos para impedir un escalamiento.

​Incluso si lo logra, no hay duda de que el interrogante de la geopolítica seguirá siendo el gran nubarrón en el horizonte. Así hayan restablecido los canales de comunicación, las rivalidades entre Estados Unidos y China continúan a la orden del día, mientras que la guerra en Ucrania apunta a prolongarse durante años.

Como si lo anterior no fuera suficiente, el probable regreso de Donald Trump a la Casa Blanca complica todas las cuentas. Tanto su actitud aislacionista como el anuncio de que subiría de manera sustancial los aranceles que pagan los productos chinos, llevan a pensar en la conformación de bloques cada vez más cerrados.

Ya de hecho persiste la inquietud de las medidas proteccionistas, adoptadas principalmente por los países ricos con el fin de ser autosuficientes en microprocesadores, paneles solares o baterías para los autos eléctricos, entre otros segmentos considerados estratégicos. Para el FMI, la política industrial está de vuelta y abarca desde restricciones al libre comercio hasta subsidios directos, con los peligros conocidos de mala asignación de recursos y corrupción.

Otro motivo de preocupación es el enorme desequilibrio fiscal estadounidense, que se resume en algo inédito: por primera vez en la historia de esa nación, en 2024 el servicio de la deuda pública se comerá la tajada más grande del presupuesto federal, por encima de los gastos en defensa o salud. A menos que haya consenso en disminuir semejante saldo en rojo, el temor de que llegue el día en el cual los inversionistas decidan no comprar los bonos emitidos por el Tío Sam se fortalece.

Lea además: (Integración que funciona/ Análisis de Ricardo Ávila).

Mientras tal incógnita se despeja, los que se preocupan más por el corto plazo ven alejarse la posibilidad de que el Banco de la Reserva Federal en Washington recorte sus intereses. Pocos meses atrás, los más entusiastas pensaron que vendrían seis rebajas sucesivas en las tasas. Ahora, hay quienes llegan a hablar de un alza debido a que la inflación nada que se ubica en la senda deseada y los consumidores no han reducido sus compras.

Trump se ha declarado inocente en todo momento.

El probable regreso de Donald Trump a la Casa Blanca complica todas las cuentas.

Foto:Getty Images

Carrera de obstáculos

Todo lo anterior debería inquietar a América Latina, cuyas perspectivas bien podrían describirse como mediocres. Si bien es cierto que la región logró, con pocas excepciones, poner en cintura a la carestía, su crecimiento en 2024 apenas llegaría al 2 por ciento, según el FMI.

Por su parte, el Banco Mundial sostiene que el comportamiento de las economías de la zona es “anémico”, lo cual refleja problemas estructurales de vieja data. Parte del problema es que las reformas que tenían que ver con infraestructura, educación, regulación y política de competencia se quedaron a medio hacer en el mejor de los casos.

Dicha entidad agrega que, lejos de disminuir, los retos serán mayores. En primer lugar, “una fuerza laboral que envejece plantea desafíos adicionales para el crecimiento, la estabilidad fiscal y los hogares”. 

En segundo, “la violencia en la región, de por sí la más alta del mundo, se ha vuelto más severa y generalizada, aterrorizando a los ciudadanos y comprometiendo los avances en la atracción de inversiones”, sostiene un informe que viene de salir a la luz.

Dentro de los remedios planteados, el reporte en cuestión hace la pregunta sobre si la competencia es el ingrediente que falta para que las cosas vayan mejor. Pero la duda de fondo es si el ambiente actual es el propicio para que se tomen remedios polémicos, en medio de las complejas realidades sociales y políticas, y preciso cuando los populistas –ya sea de izquierda o de derecha– dominan todavía la partida.

Encontrar la respuesta tomará tiempo. Lo que se puede afirmar por ahora es que varias capitales se encuentran muy distanciadas unas de otras, con lo cual la esperanza de encontrar un lenguaje común entre los líderes latinoamericanos no tiene fundamento. Soñar en una mayor integración resulta ilusorio cuando algunos presidentes intercambian agravios por las redes sociales y la diplomacia está de capa caída.

Como consecuencia, cada cual tiende a andar por su lado, sin esperar mucho del vecino. Eso sin duda constituye un lastre adicional en una parte del mundo que, así no experimente las dificultades que se observan en otras latitudes, tiene muchos pendientes y es especialmente vulnerable a los coletazos del cambio climático.

Por ahora, la migración ha servido como una válvula de escape a las aspiraciones de muchos que desean una vida mejor, pero no es la solución correcta a tantas carencias. Los que se quedan demandan con razón que haya empleo, seguridad y servicios públicos esenciales, algo que exige mantener la casa en orden y hacer las cosas bien para que los anhelos no se conviertan en frustraciones.

Al tablero

Es de esperar que aquellos funcionarios que encabezaron la delegación del Gobierno a Washington hayan entendido algo de ese tenor. El motivo es que Colombia dio un paso en falso en la capital estadounidense, por cuenta de la solicitud expresa del Presidente de la República a su ministro de Hacienda, en el sentido de buscar la reprogramación de un préstamo concedido por el Fondo Monetario Internacional en plena pandemia, el cual debe ser pagado entre este y el próximo año.

Aparte de que los técnicos de la institución señalaron que la solicitud era improcedente, se puso en peligro la renovación de la línea de crédito flexible de donde salieron los recursos en cuestión y a la cual califican muy pocas naciones. Contar con acceso a dineros cuyo costo es muy bajo y servirían para apuntalar las cuentas externas a cargo del Banco de la República es clave, pero más todavía lo es la señal de que hay confianza en la política económica del país.

Tras la visita anual que hizo el equipo de expertos del organismo unas semanas atrás, a finales de marzo se dio a conocer un completo reporte en el cual se reconocen fortalezas y debilidades. Cualquier lector cuidadoso encontrará que hay inquietud en torno a las cuentas públicas, así se reconozca la insistencia de las autoridades colombianas en que se respetará la regla fiscal, la cual fija el tope del saldo rojo que podrán mostrar las finanzas gubernamentales.

Adicionalmente, el FMI subraya que, en caso de que los ingresos estatales sean insuficientes, habrá que empezar a identificar dónde se recortan los gastos. Dado el comportamiento de los recaudos de la Dian, sacar la tijera acabará siendo impostergable con el fin de evitar abrir una caja de Pandora cuyas consecuencias no serían buenas si el déficit se descontrola.

Es verdad que, por ahora, los inversionistas de afuera parecen estar calmados y que el dólar se mantiene tranquilo. Así haya subido unos 200 pesos frente sus mínimos recientes, se encuentra por debajo del nivel simbólico de los 4.000 pesos, según lo muestra la tasa representativa del mercado que regirá mañana.

No obstante, los indicadores de riesgo muestran un incremento, al igual que el rendimiento de los títulos de deuda pública colombiana. Tales movimientos sugieren que hay corrientes debajo de la superficie a las cuales se les debe prestar atención.

Si lo anterior se combina con la agitación política, el tránsito de las reformas en el Congreso, el torrente de propuestas presidenciales de la más diversa índole y las señales provenientes de la calle, aumenta la probabilidad de que los meses que vienen sean desafiantes. Uno de los retos principales consiste en que la economía no se resienta más y logre crecer algo más del uno por ciento este año, como dicen tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario.

Conseguir el objetivo señalado difícilmente dará motivos para celebrar, pues esa cifra está lejos de los promedios históricos. Por eso es tan importante que se den los mensajes que consigan una mejora sustancial de la inversión productiva, algo que solo se logrará si el sector privado y los hogares recuperan la confianza.

De lo contrario, como los cerezos de Washington, la economía se demorará en florecer. Porque se necesita mucho más que un cambio de estación para que el país sienta que ha llegado la primavera.

RICARDO ÁVILA
ANALISTA SENIOR
ESPECIAL EL TIEMPO
@ravilapinto

Read Entire Article