Entre el país nacional y el país político / Análisis de Ricardo Ávila

hace 2 semanas 22

Han pasado algo más de 78 años desde aquel 20 de abril de 1946 cuando Jorge Eliécer Gaitán pronunció un discurso en el Teatro Municipal de Bogotá, poco antes de las elecciones presidenciales. Durante su intervención el líder liberal, que caería asesinado dos primaveras más tarde, hizo una caracterización que bien podría reeditarse en estas épocas de controversia e incertidumbre.

“En Colombia hay dos países: el país político, que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendido por el país político”, sostuvo el caudillo ante el auditorio. A continuación, afirmó que “el país político tiene rutas distintas a las del país nacional”.

(Puede consultar: La economía mundial, a la espera de la primavera / Análisis de Ricardo Ávila)

Semejante reflexión suena válida a la luz de los acontecimientos recientes, alimentados por las propuestas de un Gobierno empeñado en hacer una especie de borrón y cuenta en múltiples temas. Unas cuantas horas después de que en las calles de decenas de poblaciones la ciudadanía hiciera presencia de manera masiva para expresar su descontento frente a las iniciativas impulsadas por el Ejecutivo, en el Capitolio la reforma pensional dio otro paso hacia adelante.

No muy lejos de allí, en la Casa de Nariño, las EPS –puestas contra la pared ante la amenaza de quiebra o intervención estatal– aceptaron convertirse en promotoras de salud bajo un nuevo marco normativo que deberá ser aprobado por el Congreso. Así quedó asegurada la resurrección del proyecto que naufragó a mediados de marzo, cuyo texto debería radicarse esta semana.

Falta ver ahora qué pasa el primero de mayo, cuando Gustavo Petro suba a la tarima como orador principal en una celebración cuyos protagonistas tradicionales habían sido las centrales sindicales. A medida que se acerca la fecha, crecen en intensidad los rumores en torno a la convocatoria de un proceso constituyente de origen popular que a más de uno le recuerdan lo hecho por Hugo Chávez en Venezuela a comienzos del siglo.

Mientras las dudas se disipan, no está de más darle una mirada a la realidad de ese país nacional del que habló Gaitán. Serviría mucho que aquellos que dicen representar los intereses de la gente examinen una serie de evidencias presentadas por el Dane en días recientes.

Los hallazgos de la entidad que se encarga de las estadísticas muestran a una sociedad colombiana que está inmersa en una profunda evolución. En contra de los pronunciamientos oficiales, lo que se observa es una gran cantidad de mejoras a lo largo de las últimas décadas, que en más de un caso las personas aprecian y destacan.

(También: La otra cara del auge turístico en Colombia / Análisis de Ricardo Ávila)

Así lo confirman los datos que salen de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ENCV) que se realiza anualmente, al igual que el reporte sobre la evolución de la pobreza multidimensional. El panorama sin duda está lleno de desafíos, pero también hay progresos que sería irresponsable echar por la borda si los sesgos ideológicos acaban desconociendo lo que sucede en el territorio.

La pobreza del pescador de Cartagena.

La pobreza del pescador de Cartagena.

Foto:John Montaño/ EL TIEMPO

Las cuentas

Decir que el de hoy es un país muy diferente al de antes es una afirmación de esas que pocos discuten. Aparte de que la población es mayoritariamente urbana, su promedio de edad viene en ascenso, al tiempo que la natalidad cae muy por debajo de lo que se conoce como tasa de remplazo, a niveles similares a los que se ven en Europa.

Debido a la demografía y a otros factores como los patrones culturales cambiantes, el tamaño de los hogares es cada vez más reducido. En la medición realizada a finales de 2023 por la ENCV este es de 2,9 personas en promedio, un guarismo sustancialmente inferior al 3,7 observado en 2010.

(En otras noticias: Se apagan 62 años de ensamble en Colmotores)

Fuera de que las unidades familiares son más pequeñas, el 19 por ciento de las personas viven solas, dos puntos porcentuales más que en 2019 y casi cinco por encima de hace diez años. De otro lado, los hogares en los que habitan los dos padres ahora representan tan solo el 52 por ciento del total, un mínimo histórico. En contraste, los monoparentales equivalen a casi uno de cada cuatro.

Por su parte, la mujer ejerce la jefatura en 8,2 millones de hogares, que equivalen al 45 por ciento del total. A modo de comparación, en 2008 esa proporción era de menos del 30 por ciento, lo cual devela una realineación de fondo que impacta desde el mercado laboral hasta la demanda de derechos y oportunidades.

Como es de imaginar, la mezcla de los anteriores elementos influye en sectores como el de la vivienda. No solo la mayoría de los colombianos vive en arriendo, sino que la proporción de quienes tienen casa propia totalmente pagada viene en descenso: 35,4 por ciento en 2023, frente a 41,6 por ciento en 2019.

Dada la debacle que atraviesa el ramo edificador –que se traduce en un desplome en la oferta de unidades nuevas– es elevada la probabilidad de que el indicador se deteriore más en las mediciones siguientes. Aquí aparece un llamado de atención sobre la necesidad de que las políticas públicas se encaminen a atacar un déficit que inquieta.

Aún así, con el paso de los años la tenencia de una serie de bienes sube con fuerza. Por ejemplo, dos de cada tres hogares cuentan con una máquina lavadora de ropa, mientras que hace 15 años el dato era 40 por ciento. Igualmente, 86 por ciento poseen una nevera (en 2008 era 73 por ciento) y 65 por ciento una televisión de pantalla plana.

También la movilidad ha cambiado. Hay al menos una moto en el 27,5 por ciento de los hogares (15,8 por ciento en 2008), una penetración que en las áreas rurales asciende a uno de cada tres con un vehículo de dos ruedas. Por el contrario, la posesión de carro particular está en cercanías del 14 por ciento, cifra muy similar a la de 15 años atrás.
En lo que atañe a servicios básicos esenciales, resulta conocido que la cobertura de la electricidad es casi universal en las cabeceras municipales, con números menores para agua potable y alcantarillado. Más llamativo quizás es certificar que la afiliación al sistema general de seguridad social en salud es de 96 por ciento y que la calificación de este es “buena o muy buena” para el 84 por ciento de los usuarios.

(Consulte: Las razones que tienen a Colombia en alta inseguridad alimentaria según la FAO)

Dicha nota es ligeramente inferior para quienes viven en el campo. Pero incluso en Vichada, en donde el esquema vigente obtiene el grado más bajo de todos, este sobrepasa el 60 por ciento de aceptación. Lástima que tal opinión no influya ni en la postura oficial ni en la mente de tantos parlamentarios.

Mucho por hacer

PLAZA DE MERCADO DE LAS FERIAS.

PLAZA DE MERCADO DE LAS FERIAS.

Foto:Archivo El Tiempo

Lo que se ha conseguido en ese y otros temas desmonta la postura de que los colombianos vamos de mal en peor. Es verdad que el país se encuentra a una enorme distancia de otras sociedades en donde el desarrollo es mayor, pero la narrativa de que los dirigentes del pasado y la tecnocracia nos condujeron a un fracaso descomunal no tiene fundamento en la evidencia.

Al respecto, el índice de pobreza multidimensional que incorpora cinco dimensiones y una quincena de indicadores es un motivo para la esperanza. Según el dato más reciente, uno de cada ocho colombianos se encuentra en esa condición, lo cual se compara muy favorablemente con el 30 por ciento registrado en 2010. El bache que representó la pandemia pudo ser superado, lo cual permite asegurar que, al menos en este acápite, vamos por la senda correcta.

Planteado el punto, también es incuestionable que existen enormes brechas, tanto de ingresos personales como entre las regiones. Basta con observar que un joven que vive en Bogotá alcanza 11,3 años de educación en promedio, mientras que uno que reside en Chocó apenas llega a 8,5 años. Si a esa disparidad se le agrega la calidad de la enseñanza, las diferencias acaban siendo insuperables y determinarán el paso de cada uno por el mercado laboral y su capacidad de progresar.

No menos llamativas son las percepciones de la gente con respecto a su situación. Por ejemplo, 47 por ciento de los jefes de hogar o cónyuges encuestados por el Dane se consideran pobres, tres puntos menos que en 2022, pero nueve puntos más que en 2019. Esa impresión contrasta no solo con la pobreza dimensional ya citada, sino con la pobreza monetaria cercana al 35 por ciento.

(Lea: Abecé de los cambios que vendrían para el sistema pensional en Colombia)

A pesar de esa mirada, el año pasado mostró un repunte que vale la pena resaltar. Al ser interrogados sobre su satisfacción con la vida en general, la calificación promedio de los mayores de 15 años fue de 8,1 sobre 10. Así se revierte una seguidilla de deterioros que venía de 2020. Aspectos como la salud o el tiempo libre son los que reciben las notas más elevadas.

Puede ser que el pesimismo sea la norma en los sondeos que interrogan sobre cómo ven los ciudadanos la situación del país, pero los especialistas en estos asuntos no pasarán por alto que en 2023 hubo un giro importante. Ante la pregunta sobre si “se sintió feliz ayer”, una mayor proporción de personas pertenecientes a diferentes grupos de edad contestó afirmativamente, en comparación con hace dos años.

Que la gente mire las cosas con un lente algo más benévolo trae otras repercusiones. Eso se nota en la Encuesta de Cultura Política, que también el Dane acaba de sacar del horno.

De tal manera, la proporción de personas insatisfechas con la democracia cayó con fuerza: de 52,2 por ciento en 2021 a 33,7 por ciento en 2023. En general, la apreciación hacia lo público es menos ácida, al igual que la percepción de corrupción que, de todas maneras, es muy elevada.

Sin embargo, quienes se preocupan por las actitudes del electorado tomarán nota de que la posición ideológica de los colombianos a finales del año pasado mostró una variación importante, frente a los registros de 2021. En concreto, la proporción de quienes se ubican a la derecha aumentó en 6 puntos porcentuales hasta el 23,9 por ciento, mientras los que están a la izquierda bajó ligeramente hasta el 13,3 por ciento.

Es cierto que aquellos que se identifican con el centro también disminuyeron en algo más de tres puntos. Aún así, y para usar la expresión coloquial, los llamados “tibios” constituyen la porción más grande de la ciudadanía: 40,6 por ciento.

Volviendo a lo dicho por Gaitán, las fotografías aportadas por el Dane muestran que el país nacional de hoy no necesariamente es el mismo que llevó a Gustavo Petro a la Presidencia de la República. La duda, claro, es si el país político entenderá que la realidad es distinta y reacomodará sus posiciones con el fin de establecer una conexión más fuerte con el electorado.

Otro elemento que surge es que jugar a la radicalización sugiere ser la apuesta equivocada. No se trata, entonces, de que las centrales obreras consigan llenar la plaza de Bolívar de Bogotá el miércoles que viene o que el discurso del primer mandatario sea incendiario, sino de entender que en el arte de gobernar también operan las leyes de la física.

(Siga leyendo: Pese a que la percepción bajó, el 47,3 % de los hogares se sienten pobres en Colombia)

Fue Isaac Newton quien señaló que con toda acción ocurre una reacción de igual intensidad en el sentido opuesto. Ojalá la Casa de Nariño comprenda que desatar fuerzas contrarias no le va a ayudar a cumplir con las expectativas de mejoría que conserva la gente, ni mucho menos garantizarles un buen futuro a los colombianos.

Al respecto, no faltará quien sostenga que impulsar el caos puede ser una opción para mantenerse en el poder. Lamentablemente, eso no asegura la calidad de vida y tampoco le sirve al país nacional, que es el que de verdad importa.

RICARDO ÁVILA
Especial para EL TIEMPO
En X: @ravilapinto

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